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Recientemente el Foro Económico Mundial reveló el último Informe de Competitividad Global y, para sorpresa de nadie, nuestro país retrocede 7 puestos, ubicándose en el lugar 62 entre 141 naciones evaluadas. Si bien es cierto no es de extrañar que en la coyuntura actual de crisis económica y fiscal nuestro país no sea precisamente un paraíso para la inversión y el desarrollo, preocupa que las acciones para enmendar esta situación estén ausentes de la agenda del gobierno.
Dentro de los puntos que le restan a la competitividad del país destacan aspectos relacionados a la 4ta revolución industrial como el bajo nivel de conectividad a internet de fibra óptica y banda ancha, rezago en innovación, poco reconocimiento de instituciones dedicadas a la investigación y el bajo nivel de financiamiento para la Pymes. Todos estos aspectos no extrañan, puesto que nuestro país poco ha evolucionado respecto a los cambios que la tecnología promueve a paso galopante. Sin embargo, el país tampoco avanza en temas básicos como acceso a mercados o infraestructura.
Uno de los aspectos que más llama la atención es que las empresas tienen mercados muy pequeños a los cuales pueden acceder, tanto en el ámbito nacional como en el extranjero. Esto, pese a que desde la década de 1990 el país tomó la decisión de elevar a política de Estado la apertura comercial y la búsqueda de nuevos mercados tanto para la atracción de IED como el acceso de productos costarricenses. Es evidente que en los últimos dos gobiernos del PAC, imperó una política proteccionista.
Alianza del Pacífico
No puede catalogarse de otra forma más que de inaudita la actitud de Costa Rica ante el mayor proceso de integración regional. Nuestro país decidió dejar botado el proceso de incorporación a esta iniciativa regional y concentrarse en el de la OCDE. Esto, aunado a una serie de decisiones lamentables en materia de comercio exterior como la adopción de medidas arbitrarias en torno a la importación de aguacate, son señales inequívocas de que hemos errado el camino. Cabe destacar que no son excluyentes las incorporaciones a estos organismos, al contrario, son complementarias.
Quienes ven a la AP como un obstáculo para la competitividad del país, son los mismos encargados de mantener un pesado lastre sobre las condiciones socioeconómicas de este. Agroindustriales que gozan de importantes subsidios, fijación de precios y protección arancelaria son quienes han presentado una férrea oposición al ingreso y, con la complacencia del gobierno de Luis Guillermo Solís, lograron detener la incorporación.
Solo para ilustrar lo que representa la AP, las economías que la integran representan alrededor del 37% del PIB de Latinoamérica, siendo de las economías más prósperas en materia de competitividad. Nuestro país en este apartado solo supera a Perú, que se encuentra en el puesto 65. Además, el bloque de la AP representa 50% del comercio exterior de Latinoamérica y el 44% del total de flujos de Inversión Extranjera Directa (IED) para el año 2016, es un mercado de 229 millones de personas con una renta media de $17.000. Es decir, la AP es un bloque con el suficiente músculo político y comercial para la apertura de nuevos mercados a los que nuestro país no accedería de forma bilateral.
Oportunidad de reactivación
Pero no solo es lo que ofrece la AP como vehículo para el acceso a otros mercados, es que nuestro país ya mantiene un flujo comercial constante con estos países. La armonización de procedimientos aduaneros mediante programas de facilitación para la exportación, así como la disminución a 0 de la mayoría de aranceles, abriría puertas directamente a las Pymes, ya que cerca de un 86% de las empresas exportadoras que enviaron sus productos hacia Sudamérica en el año 2017 fueron Pymes, y representaron un 70% del total del valor exportado hacia esta región. En otras palabras, el comercio con el sur del continente se da en mayor medida gracias a los emprendimientos de pequeña y mediana escala.
Es decir, la dinámica económica de nuestro país, cada vez más a la baja, tiene la oportunidad de brindarle un tanque de oxígeno al sector que sostiene al 33% del empleo formal y, de paso, eliminar la mayoría de oligopolios creados a partir de protecciones arancelarias en productos de consumo básico para las familias costarricenses. Cerca del 98% de las empresas en nuestro país son consideradas Pymes, estas representan alrededor del 35% del PIB, según datos del Estado situacional de la PYME en Costa Rica, elaborado por el MEIC.
Si nuestro país quiere explotar el potencial exportador del sector Pyme, así como expandir sus mercados, debe tomarse en serio la necesidad de ingresar a la AP y, además, acompañar el proceso con una serie de reformas que permitan el crecimiento económico, el acceso a crédito y la facilidad para la formalización de estas iniciativas. Factores que fueron decisivos para la caída en el Índice de competitividad global.
Además, Costa Rica debe abandonar la ceguera y terquedad ideológica que mantiene respecto al comercio internacional y la competencia en sectores privilegiados. Desde nuestra apertura comercial, nuestro país pasó de exportar 4 productos tradicionales a ofrecer al mundo alrededor de 4000 mil productos, desarrollar un hub de dispositivos médicos y recibir $6 dólares de inversión por cada dólar exonerado a las zonas francas.
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