[vc_row type=”in_container” full_screen_row_position=”middle” scene_position=”center” text_color=”dark” text_align=”left” overlay_strength=”0.3″ shape_divider_position=”bottom” bg_image_animation=”none”][vc_column column_padding=”no-extra-padding” column_padding_position=”all” background_color_opacity=”1″ background_hover_color_opacity=”1″ column_link_target=”_self” column_shadow=”none” column_border_radius=”none” width=”1/1″ tablet_width_inherit=”default” tablet_text_alignment=”default” phone_text_alignment=”default” column_border_width=”none” column_border_style=”solid” bg_image_animation=”none”][vc_row_inner column_margin=”default” text_align=”left”][vc_column_inner column_padding=”no-extra-padding” column_padding_position=”all” background_color_opacity=”1″ background_hover_color_opacity=”1″ column_shadow=”none” column_border_radius=”none” column_link_target=”_self” width=”1/1″ tablet_width_inherit=”default” column_border_width=”none” column_border_style=”solid” bg_image_animation=”none”][vc_column_text]
Por Denise Bermúdez
[/vc_column_text][/vc_column_inner][/vc_row_inner][divider line_type=”Full Width Line” line_thickness=”1″ divider_color=”default”][vc_row_inner column_margin=”default” text_align=”left”][vc_column_inner column_padding=”no-extra-padding” column_padding_position=”all” background_color_opacity=”1″ background_hover_color_opacity=”1″ column_shadow=”none” column_border_radius=”none” column_link_target=”_self” width=”1/2″ tablet_width_inherit=”default” column_border_width=”none” column_border_style=”solid” bg_image_animation=”none”][vc_column_text]Cuenta la leyenda que en el año trece del siglo veintiuno los habitantes de la Tribu TAR se llenaron de un miedo gigantesco. Era tan grande que los hacía visitar el baño con más frecuencia de la que ellos estaban acostumbrados.[/vc_column_text][/vc_column_inner][vc_column_inner column_padding=”no-extra-padding” column_padding_position=”all” background_color_opacity=”1″ background_hover_color_opacity=”1″ column_shadow=”none” column_border_radius=”none” column_link_target=”_self” width=”1/2″ tablet_width_inherit=”default” column_border_width=”none” column_border_style=”solid” bg_image_animation=”none”][image_with_animation image_url=”15473″ alignment=”” animation=”Fade In” border_radius=”none” box_shadow=”none” max_width=”100%”][/vc_column_inner][/vc_row_inner][vc_row_inner column_margin=”default” text_align=”left”][vc_column_inner column_padding=”no-extra-padding” column_padding_position=”all” background_color_opacity=”1″ background_hover_color_opacity=”1″ column_shadow=”none” column_border_radius=”none” column_link_target=”_self” width=”1/1″ tablet_width_inherit=”default” column_border_width=”none” column_border_style=”solid” bg_image_animation=”none”][vc_column_text]María José de la Villa Alta era tan solo una abeja que diariamente lucía su traje negro con rayas amarillas a la izquierda. Su trabajo en la colmena era bien conocido por la facilidad con la que expresaba sus palabras; también por ser la encargada de descartar las joyas, sin importar que fueran baratijas o gemas de gran valor, todas terminaban en el cofre de los misterios.
La Tribu era usualmente liderada por los del moño colorado o por una banda de pericos. Sin embargo, esta era una época muy particular, hacía ya algunos años que reinaba Miranda Sin Silla, bajo el aura de la Villa Real. Tras años de ser gobernados por el sol, fue difícil para aquel patriarcado que cada vez cojeaba más, comprender que las decisiones de Miranda eran más que pura percepción y que la luna marcaba su paso.
Hacía trece años que desde la izquierda había llegado un círculo acéfalo, con luz amarilla y fuertes rayos rojos, que se posicionó en el centro. Esta fuerza era especialista en convertir patos en cisnes, gusanos en mariposas, deshacer moños colorados y adoptar pericos. Con su vara iluminaba la finca y clasificaba los actos de la tribu en correctos e incorrectos.
De pronto, el círculo rojiamarillo escupió a uno de los pericos adoptados. Sus amigos, unas focas especialistas en poner sobrenombres, lo llamaban “El Camaleón”, por su habilidad de vestir según la ocasión: Para llamar a los bomberos se ponía su casco amarillo, si lo detenía un policía buscaba la chaqueta azul con insignias de la Fuerza Pública, si a navegar lo invitaban llegaba con traje de marinero y si una escuela debía visitar lucía sus pantalones cortos. Este peculiar personaje, llamado Hlod Güila Sílos, tenía una lengua larga llena de palabras pegajosas y encantadoras con las que atrapaba a sus presas; era muy glotón. Pocos lo conocían y al ser intrépido con los disfraces, su fama de embustero había quedado siempre muy bien resguardada.
Un perico de familia conocido como Fray Chico se mantenía a raya enquistado en sus quehaceres para el municipio del barrio de oriente. Había permanecido tantos años al servicio de los monjes del convento central, que poco sabía la Tribu TAR (y el mismo) de su capacidad para gestionar cambios a través del arte. Justo en el mes del amor sufrió su más grande decepción, ver a su hermano desertor ser coronado como el rey de la gran fiesta lo hirió casi hasta morir.[/vc_column_text][/vc_column_inner][/vc_row_inner][vc_row_inner column_margin=”default” text_align=”left”][vc_column_inner column_padding=”no-extra-padding” column_padding_position=”all” background_color_opacity=”1″ background_hover_color_opacity=”1″ column_shadow=”none” column_border_radius=”none” column_link_target=”_self” width=”1/2″ tablet_width_inherit=”default” column_border_width=”none” column_border_style=”solid” bg_image_animation=”none”][image_with_animation image_url=”15479″ alignment=”” animation=”Fade In” border_radius=”none” box_shadow=”none” max_width=”100%”][/vc_column_inner][vc_column_inner column_padding=”no-extra-padding” column_padding_position=”all” background_color_opacity=”1″ background_hover_color_opacity=”1″ column_shadow=”none” column_border_radius=”none” column_link_target=”_self” width=”1/2″ tablet_width_inherit=”default” column_border_width=”none” column_border_style=”solid” bg_image_animation=”none”][vc_column_text]Tribu TAR tenía miedo de transitar en las orillas del camino, por eso durante años sus habitantes habían logrado esquivar las rutas de la extrema izquierda o las que se alineaban demasiado a la derecha. Los habitantes zurdos tenían problemas con aquella costumbre, entonces desarrollaron un método[/vc_column_text][/vc_column_inner][/vc_row_inner][vc_row_inner column_margin=”default” text_align=”left”][vc_column_inner column_padding=”no-extra-padding” column_padding_position=”all” background_color_opacity=”1″ background_hover_color_opacity=”1″ column_shadow=”none” column_border_radius=”none” column_link_target=”_self” width=”1/1″ tablet_width_inherit=”default” column_border_width=”none” column_border_style=”solid” bg_image_animation=”none”][vc_column_text]para caminar sin miedo por el lado de su preferencia. Este sencillo truco consistía en mantener su cartera en el lado derecho: Siempre y cuando su dinero, sus posesiones y sobre todo sus privilegios fueran debidamente negociados con los más derechos. Así, los transeúntes de ambos extremos lograban caminar a sus anchas por el camino; mientras estrujaban a todos los que estaban en el centro.
Aquel año catorce, un escalofrío generalizado recorrió el cuerpo de todos los habitantes que circulaban por el centro de los caminos, el zumbido cada vez más potente de quienes querían que María José de la Villa Alta, representante de los zurdos del camino, tomara el control de la finca les hacía pensar los escenarios más caóticos. Era común que despertaran en las noches porque en sus sueños se veían en una hilera estrujada en el centro mientras daban a los zurdos la poca sombra que aún les quedaba, las carcajadas de los más derechos amalgamados con María José y sus secuaces eran suficiente motivo para interrumpir su sueño. Unos cuantos lograron seguir dormidos y vieron que había algo mucho peor: Focas y troles salían del cemento en un tren bala… al despertar era ya demasiado tarde, el temor a la miel de abeja los había cegado y solo se les escuchaba decir: ¡Queremos un cambio!
Cada cuatro años Tribu TAR. celebra una fiesta que dura doce horas, la cita es en las aulas de todas las escuelas de la finca, en el día que pactaron sus ancestros según lo establece el libro mayor. Para el agasajo se visten con los colores que más los representan y salen con banderas a plasmar con crayolas la esperanza de un futuro mejor para todos.
Era el año catorce, los habitantes llegaron trasnochados a la fiesta y como suele suceder es difícil tomar una buena decisión con cuerpos asustados y cansados. En toda la historia de la finca esta fue la fiesta con menos participación. Sin importar la cantidad de invitados de honor que habían convocado y a pesar de que todos estaban invitados, solo seis de cada diez invitados tenían la fuerza para llegar. Los que llegaron encerraron en el cofre a María José de la Villa Alta para así evitar que llegara a ser reina, pero ella alcanzó a colar unas cuantas baratijas en la colmena.
Como la fiesta fue poco concurrida, a pesar de estar en problemas financieros, decidieron hacer otra en el mes de abril. Volvieron a convidar a toda la tribu y llamaron como invitados de honor al maestro Hlod Güila Sílos y al monje fiel del barrio de oriente. Fray Chico recibió la invitación en segundo lugar y su ego se sintió tan ofendido que declinó apoyar el agasajo. Así fue como Sílos llego a ser el rey de la colmena, la pintó como un arcoíris y comenzó negocios con el Lejano Oriente para traer mercancías en barcos de papel. Puso techos de cristal con fumarolas y se maquilló tanto que hasta a los números les puso colorete.
Pasaron los años, con mucho menos presupuesto que el que tenían antes, volvieron a tener una primera y una segunda gran fiesta. Llenaron dos camiones de basura con la misma matrícula, uno de ellos siguió su curso y el otro se quedó atascado en la colmena. Al varado empezó a salirle un tufo a quesadilla podrida, quiso entonces taparlo con cortinas de humo que ni la peste, los troles o las focas lograron detener.
El cofre pasó a ser custodio de buenas intenciones, se desborda de papeles prestados; ya ni las joyas de la abuela parecen tener valor. Mientras tanto, María José vuelve a coquetear con la idea de ser reina, los pericos parecen un pleito de gatos y los del moño colorado se enredaron tanto que ya hasta su color perdieron.
La lista de invitados de honor y de horror crece, el aire se pone cada día más denso en la finca, la próxima gran fiesta está cada vez más cerca…[/vc_column_text][/vc_column_inner][/vc_row_inner][/vc_column][/vc_row]